En este país de escándalos y corrupción,
desde la clase política se nos dice que no generalicemos, que no todos los
políticos son iguales.
Afirmación
ésta que, en mi opinión, habría que matizarla debidamente.
Algunos autores como Julio Anguita o Alfredo Grimaldo opinan que en el diseño del vigente sistema político-electoral, los EE.UU. (léase la CIA) tuvo
mucho que ver.
Eran los tiempos de la mal llamada Transición y había que buscar un recambio “cosmético” al régimen
franquista, pero únicamente un pequeño lifting para que los intereses yankees no se vieran demasiado afectados.
Así, tanto la Constitución finalmente
aprobada como la legislación electoral que la desarrollaba engendraron un
sistema bipartidista, con alternancia en el poder de dos fuerzas políticas que,
en el fondo, apuntalaban el mismo modelo político-económico. El diseño se
completó con el establecimiento de las denominadas listas cerradas con el objeto de permitir al “aparato” el férreo
control y la ciega obediencia de sus candidatos. La guinda del pastel fue apostar
por ese nauseabundo maridaje entre el poder económico (los oligopolios
banqueros y energéticos) y este sistema partitocrático.
De esta manera se fue creando el caldo de
cultivo que ha culminado en el actual estado de putrefacción del sistema. No es
que haya políticos corruptos per se,
sino que el propio sistema les aboca a ello, al tiempo que el alejamiento entre
los partidos y la sociedad ha adquirido ya una distancia abismal.
El mejor exponente de este desleal contubernio
gobierno-oligopolios es el caso de los ex
presidentes.
Sus vinculaciones a los lobbies financieros y energéticos son un claro
ejemplo de corrupción sistémica. Éstos financian y favorecen a los políticos a cambio de ciertas prebendas (legislación opaca,
condiciones preferentes, mínimo control, beneficios fiscales, patrocinio
exterior, etc.) que acaban perjudicando siempre y en última instancia a la
ciudadanía.
Así por ejemplo, el Sr. Felipe González, compatibilizaba
su generosa pensión vitalicia con el cargo de consejero independiente en Gas Natural, con sus funciones de asesoría del
magnate mexicano Carlos Slim, así como con los ingresos provenientes de sus
conferencias y libros.
El Sr. Aznar no le iba a la zaga ya que a su
pensión vitalicia sumaba el cargo de asesor externo de Endesa, el de consejero
de News Corporation -holding de medios de comunicación del magnate Rupert
Murdoch- el de consejero de Doheny Global Group - sociedad estadounidense del
sector energético con intereses en Europa del Este- el de consejero de la
inmobiliaria norteamericana J. E. Roberts y el de miembro del Consejo de
Estado. Además preside la Fundación FAES y obtiene ingresos por conferencias.
No obstante el Sr. Aznar se vio en la
obligación de renunciar a su sueldo como miembro del Consejo de Estado al
descubrirse que era incompatible con el de consejero de Murdoch.
Este halitósico sistema funciona también a
nivel autonómico, pues vemos como alguno de nuestros ex lehendakaris se han
buscado un abrigado retiro, como el
caso del Sr. Ardanza (Euskaltel).
Por eso el ejemplo de los políticos honrados trasciende
tanto a la opinión pública. Así, encontramos el caso del Sr. Julio Anguita que
renunció a su pensión vitalicia parlamentaria y en estos momentos únicamente
recibe la de maestro de escuela.
O el caso absolutamente ejemplificante del
Presidente de Uruguay, el Sr. Mujica, que tras sufrir persecución política y
prisión en los años de la dictadura por
su militancia en la guerrilla del Movimiento de Liberación Nacional Tupacamaro,
fue elegido Presidente por el pueblo uruguayo en el año 2009, y manteniendo su
coherencia ideológica, renunció al 90 % de su salario y en lugar de residir en
el opulento palacio presidencial de Montevideo –¡que cede para el alojamiento
de personas sin recursos!- vive en una modesta granja de las afueras. Su estilo
de vida es absolutamente espartano, manifestándose incluso en su forma de
vestir. Este hombre promovió la legalización del comercio y consumo de marihuana,
del aborto y de los matrimonios de personas del mismo sexo.
Por tanto, sí que es posible encontrar
políticos que son ejemplo de honradez, aunque, ciertamente, hay que
invertir tiempo y esfuerzo en tal
empresa.
C.M.